LA
VIDA COTIDIANA EN ROMA.(LA
VIVIENDA y EL TRABAJO). |
|
|
VANESSA LUCENA PÉREZ.
|
 |
|
|
ÍNDICE.
1.
LA VIVIENDA.
1.1.
LOS MUEBLES Y LOS UTENSILIOS.
1.2.
LA ALIMENTACIÓN.
- EL TRABAJO.
- LA VIVIENDA.
1.1. LOS MUEBLES Y LOS UTENSILIOS.
Los romanos tenían en sus casas infinitamente
menos muebles que los que tenemos hoy en día. Por otro lado el sentido que cumplían estos
muebles en esta época tampoco
es el mismo que cumplen hoy. Más
que la comodidad o el confort, lo que buscaban era la manifestación de
la dignidad de sus dueños. Por
lo tanto no se estimaba el número o la cantidad de muebles que se poseía
sino el valor material o el arte de los mismos.
Dentro
del conjunto de útiles de la casa podemos
hacer una primera división. Así encontramos por un lado los instrumenta,
que forman el conjunto de todo lo necesario para la conservación de
la casa ( estucos, tejas, mangas de riego para sofocar incendios, etc.).
Y por otro lado estaban los supellectiles, que consistían en todo
lo necesario para adornar la casa (alfombras, cortinas, cuadros, doseles,
estatuas, etc.), y los muebles propiamente dichos. Atendiendo a los muebles,
y siguiendo la clasificación que José Guillén realiza en su libro Vida
y costumbres de los romanos , comenzaremos por las camas. Para los romanos la función que cumplían las
camas era mucho más amplia que hoy en día. Encontramos así las lectus
cubicularis, eran las camas
que se destinaban para dormir. Estaban formadas por un bastidor de madera
rectangular soportado por cuatro o seis patas. Sobre este soporte se colocaba
un jergón de hojas o de paja, y sobre él un se ponía el colchón, que solía
ser de lana o de plumas. Al igual que nosotros utilizaban almohadas, mantas y cobertores
para “vestir” la cama. Sin duda la parte que más valoraban los romanos
era la cubierta, que se colocaba por encima de almohadas y mantas, constituía
la prenda más lujosa de la cama.
También
encontramos los lectus lucubratoris, destinados al trabajo, muy
parecidos a los divanes y también cubiertos de cojines y almohadones.
Por
último están los lectus triclinares,
utilizados para comer. Eran consideradas piezas de ostentación, de lucimiento,
por lo que el lujo se mostraba en todo: su confección, su decoración,
y sobre todo en sus cojines y tapices.
Otro
tipo de mueble muy usado por los romanos eran las mesas. Las había
de todo tipo de formas y valores. Entre las más utilizadas destacan las
destinadas a la decoración del atrio
o las que se utilizaban para exponer la vajilla y joyas. También
servían para jugar, y en los templos se utilizaban para exponer
los útiles para los sacrificios y para las ofrendas a las divinidades
.
Lo que más destaca de las mesas era
su confección. Cuanto exóticas y raras eran las maderas con las que se
creaban estas mesas mayor valor tenían. La madera más apreciada era el
limonero , la cidra o la tuya . Eran muy apreciadas porque podían dar
planchas que podían cubrir con una sola pieza la extensión de una mesa
de regulares dimensiones . Sobre todo para lo que servían eran para mostrar
el lujo y el poder de sus dueños.
Otro de los muebles por los que los romanos se sintieron atraídos fueron los
asientos. Podemos distinguir tres clases:
q El taburete: banquillo de madera sostenido por dos o más patas, usado
sobretodo por los siervos y los niños.
q La silla (sella) : sostenida por cuatro patas rectas , con brazos
o sin ellos pero siempre sin respaldo . Se fabricaban de madera y de bronce.
q La cátedra : silla con respaldo largo y arqueado . Las usaban las
mujeres y los hombres afeminados . Cuando la cátedra era muy lujosa se
llamaba solium . Solía estar colocado en el atrio de la casa y
se usaba sobretodo para las recepciones . Cuando no estaba ocupada por
el pater familias , era cubierto con lujosos y llamativos de lana.
También eran del gusto de los romanos los armarios . Los armarios no debían tener cajones, sino
especies de tablas o estanterías . Según el uso que se les daba así se
construían. Podían contener documentos familiares, imagines maiorum
, o las tan preciadas vajillas. También los había en las tiendas para
exponer las mercancías. Poseían cerradura e incluso algunos podían sellarse.
También era del gusto de los romanos el uso de espejos.
Estos estaban fabricados de un metal blanco, que consistía en una
aleación de cobre y estaño, también podían hacerse en plata. Normalmente,
el espejo constaba de una lámina redonda y ovalada, sujetada por un soporte
o mango, lujosamente trabajado. Eran utilizados sobre todo por las mujeres,
destacando los que se encontraban en las estancias destinadas al baño.
Estos espejos eran de gran tamaño y eran sostenidos por dos esclavos delante
de la señora mientras que otros sirvientes se dedicaban a peinarla.
Sin duda por lo que los romanos tenían verdadera pasión era
por las vajillas. Ya hemos hablado que incluso tenían muebles especiales
en los que iban colocadas para ser mostradas como objetos de lujo. Destacan
sobre todo unos vasos o copas llamadas múrrinas, traídas desde oriente
y hechas de un material que resultaba fascinante para los romanos. También
destacan las vajillas de cristal
de Roca. Y aún más era apreciado el afán por reunir vajillas de plata,
sobre todo por la continua depreciación del dinero.
1.2. LA ALIMENTACIÓN.
Los textos nos
indican que los romanos realizaban tres
comidas al día: el jentaculum, el prandium y la cena. Ninguna de
las primeras eran comidas copiosas. El jentaculum, constaba de
un trozo de pan y queso y el prandium
se reducía a un trozo de pan, aunque en ocasiones se acompañaba de
carne fría, legumbres y frutas, así como también de vino.
En nuestra mente siempre se suele
representar al romano como un glotón
insaciable, pero estudiando con más detalle las fuentes nos sorprende
que se pasaban prácticamente todo el día sin comer. Pero al llegar la
noche se desquitaban y engullían todo lo que no habían hecho durante el
día. En este sentido y según el nivel social y moral de los comensales,
el banquete podía derivar en una “orgía” gastronómica o en una celebración
llena de primor y delicadeza.
La hora de inicio del banquete era casi siempre la misma,
justo después del baño. Pero la hora de finalización del mismo variaba
según la categoría de los comensales y del propio banquete. Por norma
general las celebraciones debían concluir antes de cerrar la noche.
La cena se realizaba cuando era celebrada por gente de dinero
en un lugar especial de la casa, como lo era el triclinium.. Lugar
que deriva su nombre de los lechos o lectus sobre el que se recostaban
los comensales. Estos se distribuían alrededor de una mesa cuadrada, distribuidos
de tres en tres y alineados de manera decreciente en relación a la mesa.
De este modo los lugares eran distribuidos jerárquicamente, y el lugar
más destacado era el que no tenía a nadie delante. Y el mejor lugar era el de la derecha, el locus consularis. Cuando comenzaba la cena , numerosos sirvientes
o ministratores llevaban los platos y vasos a las mesas. Usaban
cuchillos, mondadientes y cucharas, pero los romanos no conocían los tenedores,
así que debían comer con los dedos, lo que les obligaba a lavarse las
manos varias veces durante la cena. Cada
invitado tenía una servilleta que extendía delante de él para no manchar
los cobertores del lecho. Existía una costumbre que permitía a los comensales
llevarse en estas servilletas las viandas que sobraban y que nos le había dado tiempo a comer, era los que
se conocía como apophoreta.
La comida se componía de siete servicios o fercula,
repartidos en el entremés o gustatio, tres entradas, dos platos
de carne y el postre o secundae mensae. Los anfitriones se preocupaban que en sus banquetes no escatimaran ni en cantidad
ni en calidad. Pero este lujo, profusión y excesos en las comidas no era la tónica general. También
era común que las cortes de diferentes
emperadores destacaran por la moderación y la sobriedad, características
que se reflejaban también en sus banquetes.
1.2.EL
TRABAJO.
Para comenzar a analizar el trabajo en el
mundo romano debemos realizar en primer lugar una diferencia sexual. De
este modo diremos que las mujeres pasaban en sus casas la mayor
parte del tiempo, dedicándose en su mayoría a las labores domésticas.
Existen excepciones, y estas se refieren a la mujeres de la clase alta,
que al tener mayor nivel adquisitivo quedaban exentas del trabajo de la
casa y podían salir cuando les apeteciera.
La mayoría
de las mujeres que realizaban un trabajo fuera de casa, lo hacían sobre
todo para matar el tiempo. Los trabajos que desempeñaban eran los que
para los hombres eran impropios. En este sentido vemos a las mujeres romanas
desempeñando trabajos como el de costurera (sarcinatrix), comadrona
(obstetrix), nodriza (nutrix). Como vemos son trabajos que
siempre se han vinculado a la mujer, hecho que poco ha variado en nuestros
días. Pocos son los textos en los que se observan a mujeres realizando
trabajos propios de los hombres, aún así se puede destacar alguna que
otra comerciante o pescadera.
Lo que sí
es cierto es que pese a la emancipación alcanzada por la mujer en la época
del Imperio, la mujer prefería
la tranquilidad de su casa, al bullicio del foro y la agitación de los
negocios.
Por el contrario
los hombres raramente permanecían en sus casas. Marchaban de sus casas
desde muy temprano para atender sus negocios. Estos comenzaban en la madrugada,
y abarcaban todos los órdenes de oficios y profesiones. Cabe destacar a los hombres que por su status económico no trabajaban.
Estos se dedicaban a los deberes de las clientelas, así igualmente
se levantaban temprano y recibían en sus casas a sus clientes, invitándolos
a comer y obsequiándoles con regalos y oportunas ayudas.
Una vez acabadas
estas actividades comenzaban sus ocupaciones habituales. Destacamos en
primer lugar a los rentistas. Eran acaudalados propietarios de
bienes raíces, escribientes al servicio de los magistrados,
funcionarios, que en definitiva movían los resortes de esa máquina
que era el Imperio Romano.
Adentrándonos
en el ramo de la alimentación, vemos como éste llegó a fraccionarse en
multitud especialidades. De este modo encontramos a los detallistas, que
se dedicaban a distribuir sus mercancías: vendedores de frutas (fructuarii),
vendedores de lupinos (lupinarii), de pepónides (peponarii).
Por otro
lado encontramos a los que se encargaban tanto de producir como vender
sus propios productos, así tenemos a los olitores, a la vez verduleros
y hortelanos; los piscatores, a la vez pescadores y pescaderos.
Esto deriva en todo un comercio, así por ejemplo encontramos a los vinarii,
ambulantes que iban de vicus en vicus a ofrecer los productos de sus viñas,
o los taberneros que ofrecían sus mezclas de agua y vino.
En este grupo tenemos a los que se dedicaban al comercio terrestre:
arrieros (muliones), carreteros (catabolenses), cocheros
(cisiarii).
Pero sin
duda, al ser las vías marítimas las principales
rutas por las que discurrió el tráfico comercial, será precisamente este
comercio marítimo el que más se desarrolle. Dentro de este comercio marítimo
se debe realizar una distinción entre el navicularius, el mercator
y el negotiator. Los navicularios
eran propietarios de naves, armadores que se dedicaban al transporte marítimo. El mercator,
por el contrario, no era propietario de la nave que usaba para el transporte
de los productos con los que
comerciaba, sino que la arrendaba entera o parcialmente.
En época imperial los mercatores se convirtieron en comerciantes
especializados, bien por dedicarse en exclusividad al comercio de una
región o por comercializar con productos concretos como por ejemplo los
mercatores frumentarii. Y por último encontramos al negotiator
que se dedicaba a grandes transacciones.
Ahora nos
referiremos a los trabajos concernientes al vestido. Todos eran fabricantes
de los artículos que vendían, así encontramos
a los que hacían sayas (sagarii), los zapatos (sutores). Pero también encontramos alrededor del comercio
de los vestidos una serie de industrias que florecían al amparo de la
primera: industrias de lavanderos (fontani), tintoreros (tinctores),
bordadores (pluntarii), sederos (serarii)
Proseguiremos
con el trabajo de los soldados. Estos estaban siempre ocupados realizando
todo tipo de trabajos. En este sentido realizaban por un lado, ejercicios
militares. Entre ellos podemos destacar las marchas, que, tres veces al
mes, se realizaban con todo el bagaje militar, plantando campamentos y
fortificándolos. También hacían ejercicios gimnásticos como saltos de
natación, lanzamientos de jabalinas, tiros de piedras, etc.
Todas estas
actividades se encaminaban al fortalecimiento del ejército en tiempos
de guerra, pero en épocas en que reinaba la paz, los soldados también
estaban bastante ocupados. En esta época los trabajos eran militares,
como construcción de campamentos, de puentes, de muros de piedra, torres,
vías militares, fosas, etc. Pero también
realizaban trabajos civiles, como edificación de templos, de edificios
públicos, arcos de triunfos, acueductos, explotación de canteras y minas.
Incluso se utilizaba el ejército para plantar viñas o desecar marismas.
En estos
trabajos que hemos citado, el soldado se asociaba a algún oficio manual
que conocía bien, o que por lo menos le gustara porque tiempo tenía de
sobra para aprenderlo. De este modo se logró crear un ejército perfectamente
entrenado y equipado que se mantuvo a la altura de las circunstancias.
Por último
hablaremos del trabajo en el campo. En primer lugar encontramos a los
campesinos independientes, asfixiados por el pago de los impuestos. Había
otro tipo de campesinos que eran los aparceros de los notables.. Obreros
agrícolas, asalariados y artesanos, cuyo trabajo se contrataba para una
tarea determinada. Se encontraban comprometidos con sus amos mediante
un pacto que en contadas ocasiones adoptaba la forma de un contrato escrito.
Dentro de
la actividad laboral en el campo, y más concretamente dentro de la clase
propietaria, es indispensable hablar de los esclavos. Estos constituían
tanto la fuerza laboral como la administración. Esta esclavitud agrícola
estuvo en su apogeo durante los dos últimos siglos de la república. A
partir de ahí esta esclavitud agrícola empezó a reducirse de manera lenta
pero progresiva, acercándose ahora al colonato.
El terrateniente
podía administrar él directamente la tierra a través de un esclavo, pero
también se daban casos en que la tierra era arrendada, a través de un
contrato denominado locatio-conductio . El sueldo que recibía por
este trabajo podía variar. En
algunos casos se realizaba un pago fijo y en otras ocasiones se pagaba
en especie, proporcionando parte de la cosecha. El colono se ocupaba de supervisar a los trabajadores esclavos,
y a parte de controlar la finca que se le había encomendado, también
se ocupaba de la explotación de una finca de menor tamaño con la ayuda
de su familia.
Para terminar
mencionaremos a los pequeños propietarios
campesinos. Estos trabajaban prácticamente al nivel de la subsistencia
o muy cerca de él, y rara vez
podían competir con los productores
ricos. Van a permanecer en un
segundo plano durante el principado.
BIBLIOGRAFÍA:
-ARIES, P. y DUBY,
G. HISTORIA DE LA VIDA PRIVADA.
Editorial
Taurus . Madrid, 1989.
-GARNSEY,
P. y SALLER, R. EL IMPERIO ROMANO.
Editorial Crítica. Barcelona,
1991.
-GUILLÉN,
J. VIDA Y COSTUMBRES DE LOS ROMANOS. VOL. I y III.
Ediciones Sígueme. Salamanca, 1980.
- AA.VV. HISTORIA DEL MUNDO CLÁSICO A TRAVÉS DE
SUS
TEXTOS. 2.
ROMA. Editorial Alianza. Madrid, 1999.
|